25.3.07

y yo que pensé q a veces me enojaba...

Hombres necios que acusáis a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis para prentendida,
Thais, y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos,
si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana, pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis.
¿Pues como ha de estar templada la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende, y la que es fácil enfada?
Mas, entre el enfado y la pena que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada:
la que cae de rogada, o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar, aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga o el que paga por pecar?
¿Pues, para qué os espantáis de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar, y después, con más razón,
acusaréis la afición de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo.

Sor Juana Inés de la Cruz (qué carácter!!)

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